POR Elisa Espinoza
En pleno siglo XXI observar el pasado es más bien un juego de asombro y desilusiones. Muchas cosas que olvidamos, otras nuevas que encontramos y así: creando, destruyendo y volviendo a empezar. Al fin de cuentas nacemos dentro de un contexto y este es nuestro tiempo. Sin embargo, ¿qué hay con lo que “alguna vez fue”? Claramente nuestro mundo ha ido evolucionando junto con nosotros, la cultura y nuestra propia realidad. Actualmente vemos como la realidad que alguna vez construimos ya no existe, puesto que fue alterada y manipulada por el gran poder de los medios de comunicación. Además, hoy ya no basta con solamente ver algo, porque ni siquiera podemos diferenciar entre lo que es real y lo que no.
Luego de tanta devastación post-guerra, consumismo, nuevas tecnologías y formas de expresión era de esperarse un cambio drástico en la historia del hombre y su arte. Imágenes, escritos, videos y performance parecen abrir un nuevo mundo de posibilidades que proviene directamente desde la modernidad. Podemos decir, hacer y deshacer lo que se sea, tomando en cuenta al artista como alguien que ahora no es solamente “bueno con las manos”, sino que también es un intelectual que trabaja desde la conciencia la cultura de masas. Estamos hablando de un artista que sale a la calle, que interactúa con la gente y que busca formas de innovar así como Manet o Duchamp quienes no sólo innovaron, también transgredieron. Duchamp le pone un bigote a la Gionconda A.K.A Mona Lisa y agrega las iniciales L.H.O.O.Q (“Elle a chaud au cul”) Al traducirlo significa “Ella tiene el culo grande” y bueno, en resumen, ella esta excitada y quiere puro.
La continua disputa entre el arte tradicional y el arte “abstracto” dio origen a diversas corrientes artistas como el Pop-Art, Minimal, Arte Conceptual, entre otras. Estas al igual que otras condujeron a la modernidad a una expansión posmoderna que retrata lo desviado de la realidad. Comida chatarra, ídolos, porno, adicciones y sobre todo estereotipos. Gracias a eso podemos jugar libremente y revolcarnos en la basura. Nosotros adictos a las imágenes, la información y las luces de la ciudad tomando la devastación humana como material de recreación. Bienvenida época contemporánea: Una realidad confusa, cambiante y manipulable.
Frente a la situación donde sólo importa la apariencia y no el objeto en sí se hace evidente invitar al baile a Duchamp, puesto que podemos utilizar como ejemplo su filosofía de mercado. A partir de sus obras podemos reflexionar y tomar a las obras de arte como cualquier otra mercancía; un fetiche. En este sentido – al igual que Duchamp – el artista contemporáneo extrae elementos de la realidad para luchar contra la misma opresión bajo un espíritu nuevo de producción de arte donde está todo permitido, ya que el arte se ha elevado. Las mismas latas de Andy Warhol o el típico cuadro mil veces reproducido de Mondrian no son más que fetiches, porque el mismo arte se encuentra sometido a las fuerzas del mercado. Veneramos una obra de arte como veneramos una chaqueta de marca y compramos ambas por la misma razón. Moda, tendencias, clichés, deleites de un tiempo específico, de un grupo social específico y me encanta que sea así √
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